Síndrome de Diógenes o de Noé

El síndrome de Diógenes no es simplemente la acumulación de objetos, sino el almacenamiento exagerado dentro y fuera de la casa, ocupando todo el espacio posible del suelo al techo. Quienes lo padecen tienen su vivienda atiborrada de cosas: periódicos, revistas, envases vacíos, ropa usada, papel, basura, comida, y a veces animales. Emocionalmente están ligados a todas y cada una de sus posesiones y son incapaces de distinguir lo que es de valor de la pura basura. Les hace sentir bien tener todo eso y no importan las consecuencias para la salud o la seguridad.

De vez en cuando se habla de «la mujer de los perros», que va por la calle salvando animales que nadie vuelve a ver. Administración y ciudadanos cierran los ojos pensando qué daño puede hacer, incluso hablan de ella como una buena persona. Pero si es una acumuladora de animales no sólo puede hacer daño, también puede matar, lisiar y causar una tortura inenarrable a muchas generaciones de animales. Y la acumulación enfermiza de éstos es más habitual de lo que la gente cree.

Los ingleses utilizan el término «hoard» (hacer acopio) para definir este tipo de patologías, que en España se denomina «síndrome de Diógenes» y que suele aparecer en las noticias cuando se desaloja a alguien de una casa llena de basura. Esta variable con animales es lamentablemente muy conocida entre quienes están en el mundo de la protección animal. Cada año en España se producen varias intervenciones en un caso de «hoarding», el último de ellos en Sevilla. Por definición, son situaciones en las que los animales se ven privados de los mínimos cuidados y atención. Las consecuencias varían en cada caso dependiendo de hasta dónde se hayan deteriorado cuando se descubren. A veces, sobre todo en la primera etapa, los signos de sufrimiento son poco visibles, como una cierta delgadez, un pelo no muy brillante o algunos parásitos, pero aunque físicamente el animal esté o no enfermo, sí es cierto que a nivel psicológico este encierro en estas casas es para él un verdadero tormento. Además, según se van deteriorando las condiciones de la vivienda y aumenta el número de animales (porque se recogen más o porque van criando allí dentro), las heces y la orina acumuladas van provocando unos niveles de amoniaco peligrosos, las enfermedades infecciosas pueden empezar a diseminarse sin control, las heridas no se les curan, los enfermos permanecen ignorados tirados en un rincón y empieza la inanición.

El final de este drama es que los animales mueren por falta de comida y agua, por enfermedades o por heridas no tratadas. No es raro que sus cadáveres queden allí tirados, mezclados con los vivos y con la basura.
Incluso con las leyes vigentes sobre el maltrato a los animales y la regulación del número de animales en las casas por las ordenanzas municipales, estos casos son muy difíciles de resolver. Quienes tienen bajo su responsabilidad la aplicación de las leyes de protección animal carecen casi siempre de medios, de fuerzas o de voluntad para intervenir. Esta ley debería describir y tipificar estos casos como delitos de crueldad, con el agravante de alto riesgo para la salud pública; ofrecer soluciones al problema de mantenimiento y atención de los animales decomisados para no echar toda la carga encima de las protectoras y restringir o prohibir la tenencia de animales a estas personas una vez procesadas, y mantener sobre ellas un control, ya que la reincidencia es casi del 100 por cien.

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