Basado en hechos reales.

Autora: Montserrat Martínez Vila.

Como cada día, Chilita salió de casa para encontrarse con sus amiguitas, Niebla, Chispi y Linda. Mientras las cuatro estaban jugando, vieron aparecer un perro con el rabito hacía abajo, la cabeza baja y las orejas agachadas.

 La perrita, dirigiéndose a sus amigas preguntó ¿Lo conocéis?

Chispi dijo ¡Yo no!

Niebla ¡Yo tampoco!

Linda añadió ¡No lo he visto nunca en el pueblo, no debe ser de aquí!

¡Vamos a preguntarle! Propuso Chilita. Y las cuatro se dirigieron hacía él.

¡Hola! ¿Cómo te llamas? Le preguntó la perrita.

El perro no contestó, y ellas se miraron sin saber qué hacer, ni qué decir. Pasados  unos instantes, insistieron, pero él continuó sin decir nada, entonces decidieron dejarle y seguir jugando.

Cuando Chilita regresó a su casa, parece que no estaba tan contenta como siempre o eso le pareció a su ama ¡La veo apagada, siempre que llega se pone a jugar con su muñequito y hoy no!

El amo replicó ¡Estará cansada. No te preocupes que no le pasa nada!

Pero a Chilita sí que le estaba pasando algo. Nunca había visto un perro como el de aquella mañana. Los perros que ella conoce son alegres y vivarachos, y aquel no, se veía  tristón. ¿Qué le pasaba? ¿Quién era? ¿De dónde venía? Se preguntaba, sobretodo ¿Qué le pasaba? Porque ella tenía claro que al perro le pasaba algo.

Al día siguiente, las perritas volvieron a encontrarse con él, estaba tumbado y parecía desinteresado por todo. No sabían si preguntarle o no, finalmente, Niebla dijo ¡Por preguntar no perdemos nada!

Y así lo hicieron, pero el perro continuó sin abrir la boca. Aunque decidieron dejarle, aquella mañana Chilita estuvo jugando sin dejar de pensar en él. Cuando se despidió de sus amigas e iba de regreso a casa, decidió dar la vuelta y dirigirse hacía donde estaba aquel perro tan triste.

¡Hola, me llamo Chilita y vivo en el pueblo… tú no eres de aquí…! ¿De dónde vienes…? ¿Te pasa algo?

Al verse a solas con la perrita, él se sinceró y con mucho dolor contó ¡Me llamo Toti, ayer fui con mis amos a pasear por la montaña. Yo estuve jugando con las piedras y las piñas que había en el suelo y de pronto me di cuenta que mis dueños no estaban allí, los busqué y lo recorrí todo pero no los encontré. Buscando llegué hasta aquí y como estaba muy cansado, aquí me quedé!
En ese momento, Toti estalló en un gran llanto que había estado conteniendo durante todo el tiempo y a la perrita se le encogió el corazón.

 Sin entender lo que realmente había sucedido, Chilita, totalmente convencida dijo
¡Pues tus amos estarán muy tristes sin ti. A mi ama la escuché decir al amo, que si yo me perdiera, ella no lo podría soportar…! ¿Y tú no sabes volver sólo a casa…? ¡Yo si!

Toti sollozando respondió ¡No! ¡Vivo en una ciudad muy grande y nunca he salido sólo!

¿Y ahora qué piensas hacer? Continuó preguntando Chilita.

Entre sollozos y lágrimas, Toti contestó ¡No lo sé!

¿Tienes hambre? Preguntó la perrita.

Él respondió ¡No… he perdido el hambre!

Chilita siguió diciendo convencida ¡Tus amos te deben estar buscando, seguramente aparecerán en cualquier momento… ya verás como vienen… ahora tengo que irme a casa… esta tarde volveré!

Cuando su dueña la vio entrar por la puerta, le manifestó su preocupación ¡Chilita…! ¿Cómo es que vienes tan tarde? ¡Ya estaba sufriendo. No quiero que vengas tan tarde! Y cogiéndola en brazos y dándole unos besitos le dijo ¡Hoy hay pollo para comer! ¡Andaaa que bien!

A media tarde, cuando Chilita se encontró con sus amigas, les contó la conversación que había tenido con el perro. Las cuatro estuvieron pensando en cómo ayudarle, pero por más que pensaron, no encontraron una solución, finalmente, decidieron ir a hacerle compañía, eso sí que estaba en sus manos. Toti se animó algo con ellas y hasta jugó un poco. Cuando decidieron que ya era hora de regresar a casa, él las acompañó y se despidieron hasta el día siguiente. Como no tenía adonde ir, empezó a dar vueltas por el pueblo hasta llegar a la plaza donde se reúne la gente, allí había un grupo de hombres jubilados hablando, cuando lo vieron, uno de ellos dijo:

 ¡Que perro más majo!

¡No es de aquí! Comentó otro.

 Y un tercero añadió ¡Tiene dueño porque lleva collar!

¡O se ha perdido, o lo han abandonado! Dijo un cuarto.

Cuando el perro pasó por al lado de ellos, todos lo acariciaron diciéndole cosas bonitas.

Un quinto hombre dijo ¡Lleva una placa… se llama Toti!

Ante tantas caricias y halagos, él empezó a mover el rabito sintiéndose reconfortado. Cuando los hombres decidieron volver a sus casas, Toti se fue detrás de uno de ellos.

¡Juan…! Gritó uno. ¡El perro te está siguiendo!

¡Pues ya se cansará porque yo no quiero perros! Respondió Juan.

¡Quédatelo hombre, que es muy majo! Gritó otro.

Pero Juan insistió ¡No, no quiero perros!

Toti siguió caminando detrás de Juan. Cuando éste iba a cerrar la puerta de casa y vio los ojos del perro, el corazón le dio un vuelco y el estómago se le encogió. Entonces se acercó, lo acarició y con ternura le dijo ¡Anda, vete de aquí!

Al día siguiente, cuando Juan abrió la puerta, vio que Toti continuaba allí, éste, al verle, se puso contento y empezó a mover el rabito. El hombre hizo como si no lo viera y se dirigió hacía su huerto, pero el perro se fue detrás. A media mañana, cuando Juan sacó un bocadillo para desayunar, vio a Toti sentado mirando con hambre, entonces el hombre pensó (Hoy éste me va a dar el desayuno ¿cómo me lo voy a comer con los ojos que está mirando la comida?)
Al primer bocado que hizo, no pudo continuar comiendo, entonces cogió la navaja, le cortó un trozo al panecillo y se lo dio al perro que se lo tragó casi sin masticar, y el bocadillo acabó siendo más comido por Toti que por Juan.

Mientras, las perritas se habían encontrado como cada mañana. Al ver que el perro no aparecía (aunque ellas habían ido a su encuentro), Chilita dijo ¡Seguramente sus amos lo habrán encontrado y se habrá ido con ellos!

Linda asintió ¡Seguramente!

Y Chispi añadió ¡Ayer por la noche mi amo estuvo hablando de Toti, y dijo que, o se ha perdido, o sus amos lo han abandonado!

Al escuchar estas palabras a Chilita se le electrizó el pelo, y sobrecogida preguntó con incredulidad ¿Qué sus amos lo han abandonado…? ¡Eso no puede ser, los amos nos quieren. Mis amos me quieren mucho y no me abandonarían jamás. En una ocasión escuché decir al amo, que me quiere tanto que no me vendería ni por todo el dinero del mundo. Y mi ama siempre me dice que me quiere como si fuera su hijita!

Entonces, Niebla, con voz compungida declaró ¡Chilita, nuestros amos nos quieren pero hay amos que no aman a sus perros y los abandonan…! ¿No sabías eso…?

Horrorizada, la perrita respondió ¡No, no lo sabía. Nunca lo había oído decir. Es la primera vez que lo escucho!

Y Niebla continuó ¡Aquí en el pueblo, eso no pasa, pero en las ciudades sí y Toti es de ciudad… ojalá él se haya perdido y sus amos lo hayan encontrado, pero…!

Ante los comentarios de Chispi y Niebla, las cuatro perritas se quedaron pensativas, sobretodo Chilita, que acababa de descubrir algo horrible que ella ignoraba. En ese momento, apareció la dueña de Niebla repartiendo restos de comida que habían quedado de una comilona familiar. Moviendo los rabitos, las perritas rodearon a Fernanda mientras ésta les daba de comer, a la vez que las acariciaba y piropeaba. Cuando terminaron, las perritas parecieron olvidar lo que habían hablado y emprendieron sus juegos.
        
Al otro lado del pueblo, Juan, ya de regreso a casa, iba pensando como se podía quitar al perro de encima, pero cada vez que le miraba los ojos, el corazón parecía decirle, quédatelo.

Cuando cerró la puerta, Toti se quedó sentado afuera como si fuera el guardián de la casa. Cada vez que Juan se acercaba a la ventana para ver si el perro se había ido, allí estaba, sentado en la puerta. El hombre comió pensando  (Este animal tiene hambre)
Aquel día sobró más comida de lo habitual ya que al estar preocupado por Toti, comió menos. Cuando se levantó de la mesa, recogió todo lo sobrante, salió afuera y se lo dio a Toti que lo devoró en ná y menos. Mientras acariciaba la cabeza del perro, éste, agradecido, empezó a lamerle las manos, entonces Juan le dijo ¡Vamos… entra en casa!

A las pocas horas, todo el pueblo sabía que Juan había recogido un perro. Cuando las perritas se enteraron de que Toti  había encontrado un nuevo hogar, se alegraron mucho por él, sobretodo Chilita, que aquel día había sufrido una terrible decepción al enterarse de que hay amos que abandonan a sus perros.

Hoy, Toti, es un animal feliz que vive sabiéndose tan amado y necesitado como lo son Chilita y sus amigas.

 

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